Hermana, yo sí te creo, pero sólo te creo cuando a mí me conviene
«Hermana, por favor, ten cuidado y no las creas»
El eslogan “Hermana, yo sí te creo” ha sido uno de los emblemas del activismo feminista colectivista en los últimos años, promoviendo la idea de que cualquier acusación hecha por una mujer debe ser aceptada como verdadera por el simple hecho de ser formulada por una mujer. Sin embargo, esta premisa no solo socava la igualdad ante la ley, sino que también pone en evidencia una alarmante hipocresía dentro de los sectores que la promueven. En este artículo, exploraremos las implicaciones de este eslogan, su impacto en el sistema judicial y cómo el feminismo colectivista, en su búsqueda de poder, ha demostrado una doble moral que merece un análisis exhaustivo.
El eslogan “Hermana, yo sí te creo”: ¿Un principio garantista o una declaración de guerra?
¿Cómo el lema ‘Hermana, yo sí te creo’ socava la igualdad ante la ley y revela la doble moral del feminismo colectivista?
La falacia de la presunción de veracidad
El lema “Hermana, yo sí te creo” parece sencillo y directo: se debe creer a las mujeres sin cuestionar. Esta afirmación, sin embargo, va en contra de principios fundamentales del derecho penal, como la presunción de inocencia y el estándar de prueba más allá de toda duda razonable. El sistema penal está diseñado para garantizar que solo se emitan condenas cuando exista una prueba sólida y suficiente, y no simplemente por la acusación de una parte. Aceptar el eslogan sin reservas implica una inversión completa de este principio, presuponiendo la culpabilidad del acusado en base a su género.
La contradicción con la presunción de inocencia
La presunción de inocencia es un pilar del derecho penal en las democracias modernas, diseñado para proteger a los individuos de condenas injustas. El eslogan “Hermana, yo sí te creo” socava esta premisa, ya que promueve la presunción de culpabilidad para los hombres cuando son acusados por mujeres. Esta presunción va en contra del concepto de justicia imparcial, donde todas las acusaciones deben ser evaluadas con rigor y no con base en el género del acusador.
El activismo feminista y la doble moral
La hipocresía en la práctica
La aplicación del lema “Hermana, yo sí te creo” revela una doble moral flagrante. Los defensores del eslogan a menudo ignoran sus propios principios cuando las acusaciones afectan a sus aliados o a figuras que apoyan su ideología. Un ejemplo reciente es el caso de Fabiola Yáñez, quien ha acusado a Alberto Fernández, expresidente de Argentina, de violencia doméstica. La reacción de los sectores que históricamente han defendido el lema es ilustrativa: algunos han apoyado a Fernández mientras que otros han cuestionado la veracidad de las acusaciones, revelando una doble moral que solo se aplica cuando es conveniente.
La retórica política detrás del lema
Julia Mengolini, una periodista y jurista de izquierda en Argentina, ha descrito el eslogan como una herramienta retórica más que un principio literal. Según Mengolini, “Hermana, yo sí te creo” es un recurso político destinado a contrarrestar siglos de desconfianza hacia las mujeres. Sin embargo, esta retórica parece ser más una estrategia de activismo político que una verdadera defensa de los derechos de las mujeres. Si el lema es meramente retórico, entonces el cuestionamiento de acusaciones concretas debe ser aceptable dentro de un proceso judicial riguroso, sin el temor de ser demonizado por ello.
Implicaciones del lema en la justicia y la política
La justicia y el principio de igualdad
El lema “Hermana, yo sí te creo” también plantea serios problemas para la justicia. La igualdad ante la ley es un principio fundamental que garantiza que todas las personas, independientemente de su género, reciban un trato justo. Aplicar el lema sin reservas contradice este principio, creando un desequilibrio en el sistema judicial que podría perjudicar a los acusados injustamente.
El impacto en el feminismo colectivista
El uso del lema como una herramienta política revela una obsesión con el poder dentro del feminismo colectivista. Cuando las acusaciones se convierten en una herramienta para consolidar el poder político o para atacar a oponentes, el lema pierde su valor como principio de justicia y se convierte en un instrumento de manipulación política. La verdadera motivación detrás del lema es la conquista del poder, no la protección de los derechos de las mujeres.
Reflexiones finales: Un llamado a la coherencia y la justicia
El eslogan “Hermana, yo sí te creo” ha sido una bandera para el feminismo colectivista, pero su aplicación práctica muestra una grave contradicción con los principios de justicia y igualdad ante la ley. La doble moral de quienes defienden el lema solo cuando les conviene revela una agenda política más que un compromiso genuino con la equidad y los derechos humanos. Es crucial que se mantenga un equilibrio entre la presunción de inocencia y la protección de las víctimas, sin sucumbir a la manipulación política y al activismo desmedido. La justicia no debe ser una herramienta de poder, sino un pilar de equidad y respeto para todos.
En última instancia, la verdadera defensa de los derechos de las mujeres no debe ser incompatible con los principios de justicia y equidad. Es hora de cuestionar y revisar estos eslóganes y principios para asegurar que realmente promuevan una sociedad justa y equilibrada, en lugar de utilizar la justicia como un medio para fines políticos.
RESUMEN Y VIDEO
“Hermana, yo sí te creo” y su hipocresía feminista
El eslogan “Hermana, yo sí te creo” se ha consolidado como una de las banderas del activismo feminista colectivista. Promueve la idea de que todas las acusaciones hechas por mujeres deben ser aceptadas sin cuestionamiento. Esta premisa, sin embargo, socava los principios fundamentales del derecho penal, en particular la presunción de inocencia y el estándar de prueba más allá de toda duda razonable. La aceptación incondicional del lema implica una inversión completa de estos principios, presuponiendo la culpabilidad de los acusados simplemente por su género.
El lema contradice el principio de igualdad ante la ley al crear una presunción de culpabilidad para los hombres acusados por mujeres. Esto no solo pone en riesgo la justicia imparcial, sino que también atenta contra el sistema penal diseñado para proteger a los individuos de condenas injustas. La presunción de inocencia es un pilar de la justicia democrática que se ve comprometido por la aceptación ciega de este eslogan.
La hipocresía del feminismo colectivista se manifiesta claramente en la práctica. Defensores del lema han demostrado una doble moral cuando las acusaciones afectan a sus aliados o figuras políticas afines. Un ejemplo flagrante es el caso de Fabiola Yáñez, quien ha acusado a Alberto Fernández, expresidente de Argentina, de violencia doméstica. La respuesta de los sectores que históricamente han defendido el lema revela una doble moral, apoyando a Fernández o cuestionando la veracidad de las acusaciones según su conveniencia política.
Julia Mengolini, periodista y jurista de izquierda en Argentina, ha descrito el lema como una herramienta retórica más que un principio literal. Mengolini sugiere que el lema es un recurso político destinado a contrarrestar siglos de desconfianza hacia las mujeres, pero también admite que esta retórica puede ser instrumentalizada para fines políticos. Esto subraya que el lema puede ser visto como un simple estratagema política en lugar de un compromiso genuino con los derechos de las mujeres.
La hipocresía del lema se evidencia aún más cuando se observa que la defensa del eslogan cambia según la conveniencia política. Cuando el lema sirve a los intereses del feminismo colectivista o de la izquierda, se acepta sin reservas. Sin embargo, cuando dañaría a sus aliados políticos, la postura cambia radicalmente, revelando la manipulación política detrás de la supuesta defensa de los derechos de las mujeres.
El lema “Hermana, yo sí te creo” muestra que la lucha por la igualdad de género siempre ha sido una herramienta de poder político. La verdadera motivación detrás del lema parece ser la conquista del poder más que una defensa auténtica de los derechos de las mujeres. Esta utilización del lema como una herramienta de manipulación política pone en evidencia una obsesión con el poder que contrasta con los principios de justicia y equidad.
La contradicción entre los principios de justicia y el activismo político del lema refleja una grave falta de coherencia en el feminismo colectivista. La aplicación del lema, cuando resulta conveniente, pone en tela de juicio la integridad del movimiento y su compromiso con la verdadera justicia. La doble moral de aquellos que defienden el lema solo cuando les beneficia revela una agenda política más que un compromiso con la equidad.
El lema “Hermana, yo sí te creo” no debe ser utilizado como una excusa para saltar los principios de justicia y la presunción de inocencia. La justicia debe basarse en la evidencia y el respeto a los derechos de todas las partes involucradas, sin caer en el juego político que prioriza los intereses ideológicos sobre la verdad. La verdadera defensa de los derechos de las mujeres debe ser compatible con los principios de justicia y equidad, no con la manipulación política.
En conclusión, la hipocresía evidente en la aplicación del lema “Hermana, yo sí te creo” pone en cuestión el verdadero compromiso del feminismo colectivista con los principios de justicia y equidad. La doble moral y el uso instrumental del lema para fines políticos reflejan una preocupante desviación de los principios fundamentales que deberían guiar cualquier movimiento genuinamente comprometido con la justicia social. Es imperativo que se cuestione y revise esta hipocresía, para asegurar que la lucha por los derechos de las mujeres no se convierta en un medio para fines políticos, sino en una verdadera búsqueda de justicia e igualdad para todos.
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